domingo, 24 de mayo de 2015

Al oso panda se le indigesta el bambú

El panda gigante conserva una flora bacteriana carnívora a pesar de tener una dieta herbívora desde hace millones de años

Aunque la dieta del panda se basa en un 99% en el bambú, su aparato digestivo sigue siendo el de un carnívoro.

Icono de la vida en este planeta, el panda gigante (Ailuropoda melanoleuca) es una de las especies más amenazadas. La destrucción de su hábitat natural, el avance de la agricultura y la presión demográfica humana han reducido su población en estado salvaje a menos de 2.000 ejemplares. A estas amenazas se une ahora otra que podría ser la semilla de su extinción: la flora bacteriana de su aparato digestivo es la de un carnívoro, no la de un animal que solo come bambú.
Al oso panda empezó a gustarle el bambú hace unos siete millones de años. Al final, en torno a 2 o 3 millones de años, solo comía las hojas, tallos y brotes de esta planta. En su adaptación a una monodieta, este úrsido desarrolló poderosas mandíbulas y dientes además de un sexto dedo con el que agarrar los tallos. Sin embargo, la evolución no ha hecho un buen trabajo con el panda. Su aparato digestivo es muy simple. A diferencia de otros herbívoros, que han desarrollado intestinos muy largos para darle tiempo al organismo a absorber una fibra vegetal que de otra forma sería indigerible, el recorrido intestinal de este oso es muy corto.
La evolución no ha hecho un buen trabajo con el panda: come 12 kilos diarios de bambú y solo digiere el 17%
El sistema digestivo del panda es tan ineficiente que apenas digiere el 17% del bambú que come. Por eso se pasa casi todo el día comiendo hasta unos 12 kilogramos de tallos y hojas. Durante un tiempo se pensó que la explicación a esta aparente imperfección de la naturaleza debía estar en sus genes. Tras la masticación, la primera parte de la digestión tiene lugar en el estómago, donde unas enzimas digestivas se encargan de descomponer la comida, habiendo enzimas especializadas para cada tipo de nutriente. Sin embargo, la secuenciación de su genoma en 2009 demostró que los pandas no han desarrollado enzimas para vegetales, aunque sí para la carne. Entonces, los ojos de la ciencia se volvieron a la flora bacteriana que, alojada en los intestinos, haría el trabajo. Pero tampoco.
Investigadores chinos han analizado muestras de las heces de una cincuentena de osos panda buscando bacterias a las que les gustara el verde. Pero lo que han encontrado no augura un gran futuro a este animal único. Vieron que la diversidad de su flora bacteriana intestinal es de las menores comparada con otros grandes mamíferos. Comprobaron además que variaba mucho según las estaciones. Descontados los lactantes, tanto los ejemplares adultos como los jóvenes mostraban un perfil bacteriano muy diferente en los meses de la primavera y el verano respecto de los de finales del otoño. Para los biólogos, que publican sus resultados en la revista mBio, de la Sociedad Estadounidense de Microbiología, esto podría estar relacionado con el ritmo de crecimiento del bambú y la mayor o menor abundancia de brotes tiernos, el plato preferido del panda.

Para leer más:
http://elpais.com/elpais/2015/05/19/ciencia/1432020501_290249.html

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